martes, 7 de marzo de 2017

NICO

Ya es hora de aceptar que nunca voy a ser el nueve de la Selección y que vos tampoco vas a ser Bon Jovi y que Nico jamás será el Steven Seagal argentino, sobre todo Nico que ya hace diez años que está muerto. Y qué hicimos nosotros durante estos diez años más que perseguir minas imposibles que en la puta vida nos daban pelota y que cuando sí lo hicieron hubiera sido preferible que no. Bueno, en realidad hablo por mí, porque a vos no te iba tan mal con tus pantalones de cuero, el pañuelo en la cabeza y el tatuaje de Superman en el hombro.
Siempre tuviste levante con el tema ese de la banda aunque sonaban horrible y vos, bueno, vos no naciste con una voz privilegiada que digamos, pero las minas caían regaladas, hay que reconocerlo. Supongo que seguís teniendo la misma facilidad, ya que venís así disfrazado. Con Nico sabíamos que nosotros teníamos que trabajarlas un poco más a las minas. Qué loco Nico, siempre vestido de negro y borceguíes aunque hiciera cuarenta y cinco grados. La colita ajustando el pelo largo que lucía orgullosamente engominado. La mirada dura, a veces desafiante, aunque no llegaba al metro setenta, pobre. Pero se la re bancaba. No ligaba mucho con las mujeres.  No ligábamos mucho. Salvo cuando pintábamos por los bolichitos de Carupá o de Virreyes que eran mi debilidad, donde pasaban unas cumbias de terror y las monchas te la chupaban en el baño si les dabas algo de tomar, a nosotros o a cualquiera que le pagara una cerveza, y donde siempre se armaba algún revuelo, pero Nico siempre me cuidaba la espalda. Algunas veces yo podía estar hasta las seis o siete de la mañana bailando borracho y perdido un enganchado de cumbia boliviana o santafesina o lo que poronga fuera, pero una cumbia de verdad, no la mariconada esa que pusieron de moda los nenes bien de colegio privado, lanchitas en el Delta y meriendas instagrameadas (cuándo fue que los chetos nos robaron la cumbia?); bailando, te decía, perdido y con la camisa ya abierta hasta casi el último botón, siguiendo la melodía con las manos, el rosario colgando del cuello acompañando el ritmo, la sonrisa estúpida y la mirada ausente soñando una gloria inalcanzable en alguna cancha europea. Y sabía que Nico estaba por ahí, en una de las mesas de atrás vigilando todo. Y que si había quilombo él saltaba enseguida por mí. Y siempre había quilombo.

Nico en realidad se llamaba Ramón. Pero él siempre rehusó el nombre que eligieron sus viejos. Cuando vos lo conociste ya se llamaba Nico. En la casa todos le decían así, igual. Es que los viejos eran muy especiales. Buena gente, además. Sufrida. A mí me trataban como a un hijo más. Por eso sé que estuve para la mierda cuando me encamé con la vieja. Está mal garcharse a la madre de tu amigo, pero vos estuviste peor culiándote al padre, loco. Te fuiste al carajo ahí. Por eso te vengo a proponer esto, porque nos une algo más que la amistad con Nico. No te podes negar ahora. Escucháme bien.



NOTA HISTORICA #1:

La madrugada del 10 de marzo los agentes Roberto Conde y Raúl Prieto de la Comisaria 34 de Pompeya responden a un llamado anónimo al 911 que informa de un posible tiroteo seguido de explosión en la esquina de las calles Pepirí y Ancaste de ese barrio porteño. Al llegar, los agentes constatan el incendio de un automóvil y dan parte a los bomberos de la zona, quienes sofocan el siniestro rápidamente. Luego de lo cual, los agentes verifican la presencia de dos cuerpos carbonizados en el interior. Uno en el asiento del conductor y el otro en la parte trasera del vehículo. La puerta derecha de atrás es la única que estaba abierta. Un análisis posterior determina la presencia inadvertida en primera instancia de un reguero de sangre que corre desde esa puerta por la vereda de la calle Ancaste en dirección a Diogenes Taborda. Los agentes elaboran el correspondiente informe y el caso queda en manos de otro personal.


NOTA HISTORICA #2:

La mañana del 10 de marzo los agentes Raúl Ramírez y Miguel Ormaechea de la Comisaria 34 de Pompeya responden a un llamado anónimo al 911 que informa de un cuerpo encontrado en la calle Atuel y las vías, a dos cuadras del incendio del automóvil anteriormente mencionado, pero en sentido contrario a las manchas de sangre observadas por los agentes de la Policía Científica. Se traslada el cuerpo a la morgue judicial de la calle Junín. Se abre la correspondiente investigación.


Nota del editor #1:

La conversación inicial la registré en el Bar La Luna de Villa Crespo, en Apolinario Figueroa esquina Warnes. Un lugar que suelen frecuentar mayormente los taxistas, reformado hace muy poco, pero que no tiene wi-fi. Estaba esperando a alguien que nunca vino y como empezaba a aburrirme paré la oreja a lo que decían en la mesa de al lado. El que hablaba era una bestia de metro noventa y unos doscientos kilos, y no tenía ninguna pinta de haber jugado al fútbol por lo menos en los últimos veinte años. Empecé a anotar todo lo que decía, pero el texto de arriba puede estar influenciado por ciertas pretensiones literarias más que periodísticas. Aunque algunas frases están citadas textualmente. Es todo lo que pude escuchar. Al llegar a la propuesta, el grandote bajó la voz y no pude entender nada más. Ni imaginarlo tampoco.


Nota de Marta Elizari:

Nico era un hijo ejemplar. No voy a permitir que vengan ahora ni nunca a manchar su buen nombre. Nosotros le dimos todo, lo educamos en los mejores colegios y si no siguió ninguna carrera no fue por incapacidad sino por cosas de la vida. El quería ser actor, pero acá el medio es muy cruel con los chicos decentes. Trabajó en el taxi porque el padre no le dio otra opción y la mala suerte de que le robaran tres autos lo frustró enormemente. Pero él siguió intentando hasta el día de la desgracia.


Nota del editor #2:

Ramón Ángel Ayala, alias Nico, está sepultado en el cementerio de la Chacarita, en una parcela de las que normalmente se inundan. Allí encontré a la que resultó ser su madre, una mujer de edad avanzada o que está muy desmejorada, pero que se nota supo ser atractiva en otro tiempo. No me preguntó si yo había conocido a Nico, pero fuimos hablando de él hasta la salida. Allí la esperaba un taxi conducido por un hombre mayor, que supuse erróneamente sería el padre de Nico, porque la madre se sentó en el asiento del acompañante.


Nota de Juan Ramón Ayala:

Mi sobrino era un vago. Lo echaron de tres colegios. Nunca terminó la secundaria, qué carrera iba a seguir? Cuando mi hermano lo metió en el negocio familiar, le advertí que era para problemas. Y así fue, siempre había alguna diferencia de guita, no cumplía sus horarios, le robaron tres autos en un año. Ahí fue cuando le dije a Pedro que no lo podíamos tener más con nosotros. Y hasta se fue contento, te diría. No sé en qué andaba. No digo que no me sorprendiera su muerte, pero qué querés que te diga. Sufrió mucho Pedro, cómo no va a sufrir. Un hijo, no es para menos. Pero creo que en el fondo se lo esperaba. Igual, nunca se puede estar preparado para algo así, y menos en la forma que encontraron el cuerpo. 


Nota del editor #3:

Decidí disponer de todos mis recursos en la investigación periodística de este caso. Quiero decir, que estoy poniendo dinero de mi bolsillo, ya que en la redacción no quisieron soltarme un mango. 

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