sábado, 10 de diciembre de 2016

SOLAMENTE CINCUENTA MILLONES DE PERSONAS

-“…SOLAMENTE CINCUENTA MILLONES DE PERSONAS DESCARGARON ESTA APLICACIÓN EN EL PRIMER DIA”- ¿pero quién escribió esto? ¿Fue González?

- González no trabaja más, señor.

-¿Por qué? ¿Qué le pasó?

-Lo echaron, señor.

- ¿Por qué lo echaron?

- No sabemos, señor. Usted lo despidió.

-Ah, cierto. Pobre González. Lo rajé porque era un inútil. Para lo único que servía era para echarle la culpa. Llámenlo, vamos a contratarlo de vuelta.

lunes, 18 de julio de 2016

DATOS

Un día como hoy hace veintidós años también era lunes.

Una bomba explotaba la sede de AMIA.

El gobierno también era patriota, neoliberal y de derecha.

Los únicos dos atentados en la historia argentina contra instituciones judías ocurrieron durante ese gobierno.

Hoy militares golpistas y represores desfilan en un acto oficial.

El público argentino y patriota los vitorea.



Se instala puestos de vigilancia permanente de la Policía Federal en los establecimientos judíos que aún permanecían sin ese tipo de protección.

Son pocos datos, pero son certeros. Son más tal vez que los que hay en la causa penal que investiga nadie.   

domingo, 6 de marzo de 2016

PEQUEÑOS MALABARES PARA UNA NOCHE DE AMOR

Un cambio a tiempo a veces es bueno. Otras, tal vez no. Supongo que tendrá que ver si el cambio depende de nosotros. Por ejemplo, si el cambio es de amarillo a rojo, como pasó recién, y quedamos primeros en la fila para cruzar la avenida y un loquito como este toma posesión de la senda peatonal y se coloca frente a nosotros dispuesto a hacer malabares con fuego, no creo que el cambio de colores en el semáforo haya sido del todo bueno. Eso es porque el cambio no dependió de nosotros, me dice mi mujer, que está sentada a mi derecha y me lee el pensamiento, a falta de interés por leer otras pavadas mías, como este blog, por ejemplo. Nos miramos con cierta complicidad por un momento. Yo intento a mi vez leer su pensamiento pero no lo consigo. Es imposible saber qué piensa una mujer, siempre.  Pienso, sabiendo que ella me está leyendo: si yo hubiese acelerado, pasaba a tiempo. Pero vos después te quejás de que manejo muy rápido y todo eso, por lo tanto el cambio un poco dependió de nosotros, o de mí, que soy quien está manejando después de tres meses,  porque vos no querés manejar más conmigo de copiloto porque soy insoportable y un poco de razón tenés y entonces el cambio también dependió de vos, o sea de nosotros, ves que tengo razón? Sí, dice ella, pero mejor arrancá que este cambio de amarillo a verde te lo permite y el auto de atrás se está impacientando un poco y nos lo trasmite a bocinazos.

viernes, 4 de marzo de 2016

PONIENDO EL CUERPO

Al miedo a la hoja en blanco yo lo liquido así, escribiendo la primera frase que se me viene a la cabeza. Y al pánico escénico, Hernán Casciari lo derrota recostado en un sillón del escenario, a telón levantado, escuchando en vivo y a todo volumen el partido que Racing juega mientras los asistentes  se acomodan en la sala del teatro Caras y Caretas para ver por primera vez “Una Obra en Construcción”, su experimento literario más autorreferencial, como a él le gusta definirlo, y que el público podrá disfrutar a partir del próximo 16 de marzo en la sala Santos 4040.

lunes, 8 de febrero de 2016

TRAIGO BANANAS!

                      "...ay señor contador, cuente mis bananas
                                 el día asoma y a casa yo voy."


Nuestro pueblo es un pueblo bananero. Con un problema: a nadie en él le gusta nuestras bananas. No sé cuál es el problema con nuestras bananas, yo las como y las disfruto, pero los demás las comen con asco. Me dicen que es porque nunca probé las bananas de afuera, las verdaderas bananas. Pasa que una de esas cuesta como cien de las nuestras o más, y yo no llego a conseguir esa cantidad ni cosechando una temporada entera. Toro Acomodado, hijo de Toro Recostado, nieto de Toro Sentado, traía bananas verdaderas de afuera y con eso se daba la gran vida.

miércoles, 20 de enero de 2016

LA SOLUCION

“Ni se te ocurra”, escuché bien clara la voz de mi mujer. No me sorprendió oírla. No me volví. Me quedé un rato más como estaba, incorporado en la cama, vencido, agotado, mirando fijo por la ventana abierta a la noche y a los pendejos del edificio de enfrente que no paraban con la música horrible a todo volumen y sus voces desafinadas por encima de ella. Ni se te ocurra, había dicho ella, pero a mí ya se me había ocurrido.