sábado, 29 de diciembre de 2012

FULGOR DE VILLA CRESPO


Francesc Bon es un catalán muy inquieto. Tiene un blog con ritmo frenético y cada tanto propone juegos muy interesantes. Esta era la consigna de uno de ellos:


Nuestro personaje es músico. De éxito y respetado. Por lo que crea y por lo que piensa. Toma riesgos y los toma por los débiles. Un día el médico le pone una etiqueta, como a un yogur. Y se da cuenta de que sus hijos, veinteañeros, son justo lo contrario que él. Conservadores y adocenados. Decide ponerlos a prueba. Para estar todos más tranquilos: ellos con la herencia, él con su viaje al otro mundo.



Estos son los relatos de los que de publicaron en su debido momento:

KARINA OCAMPO

RONNY

FRANCESC BON


Meses después, este es mi aporte:




          FULGOR DE VILLA CRESPO
            

                                                                       1

Afuera la noche es tranquila y silenciosa. Dentro del Club Fulgor de Villa Crespo el bullicio es incesante. Sobre la alta vereda, un atril de hierro ennegrecido sostiene el pizarrón que anuncia los atractivos de la velada especial. El cartel está demás, en el barrio ya todos saben qué irán a ver esa y todas las noches en el Club Fulgor. Dos hombres han descorrido la gruesa cortina de sarga negra que se coloca en la entrada las noches de baile y han llamado la atención de casi todos los presentes. Han llegado en un lujoso automóvil que ninguno de los dos ha conducido jamás. Los primeros pasos de este lado del club se los corta el Mudo Suárez, que sabe dar la bienvenida a los extraños con mucho carácter. Uno de los recién llegados duda un poco, casi que empieza a retroceder. El otro se planta bien gallito frente al Mudo. Su nombre es Pascual Campos, pero todos le dicen el Bebe. El otro, el que ha retrocedido es el Ruben, su hermano mayor. La verdad es que los dos son muy jóvenes y están demasiado bien empilchados para esta milonga, piensan todos. No va ser la primera vez que el Mudo le estropee a un par de guapos el traje y la cara. Por un momento la música y el griterío parece detenerse, toda la atención se centra en saber si los galancitos se va a hacer valer o se irán por dónde vinieron. Es una decisión que puede costar la vida, piensa el que ha dado un paso atrás. No es para tanto, se dice el otro y le sostiene la mirada al Mudo. El juego consiste en ver quién aguantará más sin abrir la boca. A Suárez le resulta más fácil, naturalmente. La tensión se está prolongando demasiado, el interés se disipa y el alboroto recomienza.
Otro hombre alto y robusto, con un traje sobrio, pero igualmente caro, ha entrado silencioso y se ha parado junto al mocito más prudente. Tiene toda la pinta de ser boxeador o uno de esos tipos que rompen la guía telefónica con las manos. Pero en realidad es el chofer de los dos que entraron recién. Su mirada se pasea por todas las mesas que están dispuestas en forma de herradura ante  un escenario de fondo. Está buscando una que esté vacía. La descubre contra la pared de la izquierda. Toma del brazo al Ruben y se lo lleva para la mesa. Al pasar junto al otro le susurra algo que también pueda oír Suárez.

- Cuando la acabe de jugar con este, venga a sentarse con nosotros en aquella mesa- dice y señala el lugar.- y si alguno tiene algo para decir que hable ahora.

Suárez sonríe. Pone en su boca un escarbadientes que ha sacado del bolsillo izquierdo del saco y le da paso al Bebe con una inclinación de su sombrero. Ya nadie prestaba ninguna atención al asunto.
Llegar a la mesa resulta bastante complicado entre la mucha gente que se apretuja en las sillas de madera. No queda lugar entre las mesas para pasar. Un mozo lo hace dando empujones. Todos hablan a los gritos y ríen y beben. El Bebe se cola tras un mozo y llega hasta donde están los otros dos, que ya son tres porque el Tano Raimundi se ha sentado con ellos. Enseguida les traen un vino y tres vasos, aunque ellos no hayan pedido nada. Tal vez el chofer lo hizo con una seña, esos códigos que maneja con tanta habilidad. Pero en realidad quien ordenó el vino fue Raimundi, que les da la bienvenida y les hace saber que el espectáculo de esa noche es de un altísimo nivel. Los dos jóvenes se miran con desconcierto. Ni saben por qué están allí y no en el Chanteclair o en el Tabarís. Carlos, el chofer que los arrastró hasta ese club perdido de Villa Crespo, los ha traído con una promesa similar.

-¿Pero de qué velada inolvidable me hablan, señores? Aquí no se puede oír nada con este alboroto- suelta el Ruben y es lo primero que ha dicho en toda la noche.

Raimundi quiere convencerlos de que todos hacen silencio cuando empieza la atracción principal. Ruben le presta atención, pero el Bebe está distraído en lo que sucede en otra mesa. Justo detrás de ellos, un hombre acapara la atención de un numeroso grupo que está apiñado alrededor suyo. Habla sin detenerse un momento. Va vestido un tanto ridículo. Ellos desentonan con las pilchas del resto, pero este tipo se pasa. Lleva puesto una especie de sayal de mendigo. El Bebe le pregunta a Raimundi si lo conoce.

-No haga caso. Ese es el farmacéutico Ergueta. Un loco que cada tanto se escapa del Hospicio de Las Mercedes para evangelizar pecadores en los parajes de perdición.

-¡Qué notable!- exclama el Bebe y gira para prestar más atención. El farmacéutico Ergueta predica:

-¿Saben a qué vino Jesús a la tierra? A salvar a los turros, a las grelas, a los chorros, a los fiocas. El vino porque tuvo lástima de toda esa merza que perdía su alma, entre copetín y copetín. ¿Saben ustedes quién era el profeta Pablo? Un tira, un perro, como son los de Orden Social. Si yo les hablo a ustedes en este idioma ranero es porque me gusta…Me gusta como chamuyan los pobres, los humildes, los que yugan. A Jesús también le daban lástima las reas. ¿Quién era Magdalena? Una yiranta. Nada más. ¿Qué importan las palabras? Lo que interesa es el contenido. El alma triste de las palabras, eso es lo que interesa, reos.

No se puede seguir escuchando. El club estalla en silbidos generalizados al apagarse las luces en ese instante. El modesto escenario se ilumina. Una orquesta típica se reparte en el escueto lugar. Arremete de lleno el primer bandoneón. Enseguida se suma el segundo. Se trenzan en una melodía furiosa, se entremezclan, se enlazan, se elevan juntos en una misma nota y se funden en plena armonía con el auxilio del piano y los dos violines. Ya varias parejas dibujan sus piruetas en el centro de la pista. Muchos son los que se levantan a bailar y muchos son los que permanecen en sus mesas. Pero todos en absoluto silencio. Una silueta de mujer emerge frente al alto micrófono de pie y canta como el Rubén y el Bebe jamás hayan oído cantar a nadie. No es una voz dulce, es una voz única. La pieza termina y tras los aplausos fervorosos sigue otra y después otras más. Los dos jóvenes se miran con desconcierto. No saben por qué ella está cantando allí y no en el Chanteclair o en el Tabarís.
Carlos, el chofer que los arrastró hasta ese club perdido de Villa Crespo, se regocija sabiendo que su promesa está cumplida.

-Es Nuria Kosten- informa alguien, que puede ser Carlos, que puede ser Raimundi, que puede ser cualquiera. El Bebe sólo mira a la increíble artista y no le importa quien hable. Cuando terminan los últimos acordes, la maravillosa voz desaparece del escenario, no sin antes agradecer los aplausos de la exultante concurrencia. El Bebe cree haber recibido de parte de la cantante una mirada especial. Al regresar a la realidad de su mesa, el Bebe descubre que Carlos se ha borrado. En la mesa de atrás tampoco está Ergueta. Entre otros cuerpos que van de un lado a otro le parece distinguir al Tano Raimundi, pero no está seguro, todos visten más o menos de la misma manera. Todos a excepción de él y de su hermano. Incluso, al pie de la mesa unos cuantos muchachos parece que le están recalcando esto mismo al Ruben: que ellos visten como bacanes. Por lo que ha alcanzado a entender, los compadritos están ofendidos con ellos porque su hermano ha rechazado la invitación de jugar unas manos de truco en otra mesa. Y tampoco quiso invitarles una botella de vino.

-En una de esas no saben jugar-  larga uno en tono socarrón.

-Puede ser, López. Pero para pagarse un vino no hace falta saber jugar a las cartas. Basta con ser hombre nomás- arriesga otro, el único de los cuatro que no luce bigotes.

-Hay que aguantarse a esta manga de copetudos amarretes. ¿Para qué vienen si encima ni tienen lengua? Para mí que se les fue todo el coraje cuando cruzaron el arroyo- sentencia López.

Ruben no puede retroceder, por más que quisiera está apretado entre la mesa y la pared. El Bebe sabe que va a pelearse. Está midiendo cuál de todos se merece más el bife. Decide que López será el primero en cobrar. El Bebe se levanta y ordena:

-Vamos saliendo, si hace el favor. Esto lo arreglamos afuera.

El Ruben lo ataja. Ellos son dos, los otros son cuatro y además López mide casi dos metros. Maldice la hora en que su padre contrató a Carlos como chofer. Los llevó hasta ahí para que los roben. Los vendió. No sabe por qué, pero siente que mientras no salgan a la calle nada les puede pasar. Se quedarán así tengan que amanecer en el club. El Bebe se cree muy cocorito, pero si sale esos gallos le van a enseñar cuantos pares son tres botas. Ruben quiere sentarlo tirándole del brazo.

-Traigan las cartas, señores. Y el vino corre por mi cuenta- propone finalmente el Ruben.

-Con maricones yo no juego. Antes no sabía que lo fueran. Ahora si son hombres tendrán que demostrarlo- concluye López.

Se sucede una serie de empujones. Ya son varios los que quieren intervenir. Raimundi llega para separar, pero lo apartan de un manotazo. Carlos no da señales por ninguna parte. La trifulca parece se va a desatar allí mismo, ya es inevitable. El Bebe se encara con López y emprenden la salida. Una mano de mujer detiene al guapo local. Una sola frase basta para detener el embrollo. Es la última de esta oración:

-Dejálos tranquilos, López. Son los Hijos de Floreal.  

López escruta los ojos de Nuria Kosten. No tiene dudas de que dicen la verdad. Le acomoda la camisa al Bebe y le tiende la mano. En realidad no sabe cómo pedir disculpas. El Bebe no entiende nada, pero estrecha la mano de López.  Ruben tampoco entiende, pero se siente aliviado. Raimundi les explica que Floreal es un como un padre para todos ellos. Nuria no explica nada más. Ya cantó, ya habló, ya se esfuma de la vista de todos.
Afuera Carlos los espera con el automóvil en marcha.



                                                                 2



-¿Qué clase de broma es esta, si se puede saber?- inquiere Ruben bajando las escaleras envuelto en una bata de raso marrón.

-No es ninguna broma, m’hijo. Estoy aprendiendo a tocar  este instrumento- informa Floreal Campos, sin perder seriedad- En poco tiempo cambiaré de público y las exigencias serán otras.

- Me parece de mal gusto que juegue con un asunto tan grave, padre.

-No estoy jugando. El doctor Navarrete aquí presente no me deja mentir, ¿verdad doctor? Según parece, en pocos días estaré tocando el arpa…además, ningún asunto es tan grave. Nunca.

Floreal no puede evitar soltar una leve carcajada. Ruben observa al doctor Navarrete que está cruzado de piernas en el sillón de la derecha del amplio salón principal. Allí el famoso cantante de tangos Floreal Campos solía recibir  las visitas que su mujer se empeñaba en invitar casi todas las noches en las que él no tenía función. Floreal conversaba un poco con cada invitado, por lo general productores musicales o dueños de grandes salones de baile. Se reía lo necesario con cada uno de ellos, alababa las virtudes de su esposa, que en su tiempo había sido de las mejores actrices de radionovelas. Luego cantaba un tema simple sin esforzarse y desaparecía por el resto de la noche. Siempre salía al balcón terraza a fumarse un pucho. Ahora que hacía dos años que ella había partido al otro mundo, Floreal ya no se escondía de nadie y podía disfrutar del salón a su antojo. Y si quería podía colocar un arpa gigante al pie de la escalera, por ejemplo.
El doctor  se abstiene de pronunciarse sobre la salud de Floreal cuando Ruben le pregunta por tercera vez.

-El doctor Navarrete es el nuevo abogado de la familia, Ruben. No lo moleste más con cuestiones médicas - interrumpe Floreal- Se encargará de los papeles. No quiero que pierdan todo jugando a las cartas.

-Padre, usted no habla en serio.

-No podría hablar más en serio en este momento, ¿podría doctor?

-No, está obligado por contrato- informa el doctor Navarrete

-Odio los contratos. Por suerte este es el último que firmo- Floreal deja el arpa y enciende un cigarrillo negro- Haga el favor de sentarse, Ruben, que lo voy a poner en antecedentes. 

-La explicación tiene que ser concisa- advierte el abogado- Los puntos 3 y 5  no pueden repetirse más de una vez. El apartado por eventuales efectos colaterales puede repetirlo cuantas veces quiera.

La explicación de Floreal es larga. Su hijo pasa por todas las etapas del asombro que normalmente concluyen en el llanto, pero el Ruben no llora porque no sabe cómo hacerlo. El doctor Navarrete aprovecha para estirar las piernas y pegarse un sueñito. La explicación de Floreal es larga.
                                                           



                                                                 3


“…por otro lado, mi padre tenía razón. No se puede ir a esos lugares donde canta usted con nuestros trajes Gath y Chaves a refregarle la elegancia a la gente humilde. Después de todo es lógico que reclamen una botella de tinto. A mi hermano Rubén le calaron muy profundo las últimas palabras del viejo y cuando salimos de la Chacarita ayer por la tarde le regaló el saco a un linyera. El tipo ahora anda más elegante en su pobreza…
…le confieso que ayer no la reconocí con el velo negro. Sabrá disculpar, había mucha gente y mi ánimo estaba por el piso. Además, cuando todos entonaron Fuego de querosén se me hizo un nudo en la garganta que no hubiera logrado pronunciar palabra si hubiese querido hablarle. Yo hubiera preferido que no cantaran nada, pero ya que no hubo remedio me parece que Polvareda hubiera estado mejor. Como sea, el doctor Navarrete necesita que se apersone en nuestro domicilio de la calle Suipacha 825, de ser posible mañana mismo. Es para tratar un asunto importante.

Cortésmente,

Pascual Campos, El Bebe. ..”  (*)

(*) Fragmento de carta enviada de puño y letra por Pacual Campos, alias el Bebe, a la cantante Nuria Kosten, encontrado en el fondo de la mesita de luz de mi abuelo materno, que en paz descanse.
Toda esta historia me la relató hace dos años mi abuela Tita.







15 comentarios:

  1. Pre-cio-so!!! Me encantó querido!

    Sabés que tengo Los lanzallamas en casa y aún no lo he leído?

    Abrazo!

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    1. Gracias Talita. No le meto presión, pero obviamente se espera su participación con ansiedad.
      "Los Lanzallamas" es la continuación de "Los siete locos", de lo mejor que se puede leer en la vida.
      Saludos!

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    2. :) Estoy intentando volvera a las andadas, leer y escribir.

      Claro! Me compré Los lanzallamas hace unos años al enterarme de que era una continuación de Los siete locos. Este último lo leí en la secundaria, así que quería releerlo y después seguir con el otro.
      Los 7 locos fue uno de los primeros libros que me fascinó, uno de los que me hizo entender que entre la literatura y yo había un vínculo importante. Bastante, eh?

      Abrazo!

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  2. Fascinante. Se agradecen los finales abiertos para seguir investigando. El día 28 de diciembre cualquier deuda quedaba condonada, pero no avisé a tiempo. Saludos, Villa.

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    1. Haberlo sabido antes!
      Por las dudas no investigue mucho.
      Gracias por comentar.
      Saludos!

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  3. Qué buena historia, hombre. Estoy por preguntar a don Google sobre Nuria y Floreal. Y también ver de qué va "Los siete locos" y "Los lanzallamas".

    Muy bien narrado.

    Abrazo!

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    1. "Los sietes locos" y su continuación son más bien comprensibles localmente, pero son obras maestras de la literatura argentina.
      Gracias por pasarte.
      Saludos!

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  4. Lo haces tan creíble que hasta pienso que la misma Nuria Kosten que aparece en mi relato de verdad existe. Muy bueno!!

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    1. Muchas Gracias.
      A Nuria la buscaban por Grecia, pero estaba acá nomás, en Villa Crespo.
      Saludos!

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  5. Tremenda historia, excelente literatura. Pasaré a menudo por aquí.

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  6. Bienvenida! Estuve husmeando por su bolg. Ya le dejaré mis modestos comentarios.
    Muchas Gracias,
    Saludos!

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  7. Ojala empiece a cambiar el concepto que tiene sobre mi persona, ya que tarde pero seguro, he concluido de leer este cuento escrito por usted.
    Primero le informo que lo felicito por haber cumplido su objetivo de terminarlo dentro del año 2012. Segundo le digo que me gusto mucho, tanto el escrito como el video, muy bueno! Y tercero me alegro de haber encontrado tiempo, espacio y forma como para leer esta historia con la tranquilidad que se merecía, nada menor a lo que a mi respecta. Hasta cualquier momento. El Mar.

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  8. Me ha encantado este relato. Me ha hecho evocar ni más ni menos que a Juan Marsé, qué delicia! Gracias! :)

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