martes, 13 de noviembre de 2012

HISTORIAS REALES DE OTRAS PERSONAS QUE NO SON YO CONTADAS COMO SE ME CANTA EL TUJES




Cuándo es el último momento? Mi marido me dice siempre que dejo todo para último momento. Pero ese último momento,cuál es? Si un instante reemplaza a otro, cómo saber cuál es el último. No voy a ponerme filosófica, ni mucho menos. Ya bastante trabajo da vivir la  vida como para encima meterme a reflexionar sobre ella. En realidad, lo que pasa es que el mundo me discrimina, don. Sí, a usted le digo. Usted que compra el diario para enterarse de lo mal que anda todo, que deja que la radio hable por usted, que si la patrona no le cocina no cena. Qué hace leyendo esto? No importa. Digo, si esto de cuál es el último momento lo dice un tipo con bigotes y lentes culo de botella, pues es para ponerse a pensar. Pero si lo digo yo que soy una ama de casa argentina, madre de dos hijos varones, devota esposa y ferviente amante del helado de limón, no tiene la menor importancia. Pero tampoco voy a ponerme en boluda. Yo se que no es para tanto. Además mi marido tiene razón con eso de que dejo todo para último momento. Por ejemplo, si me viene doliendo la garganta desde el lunes, por qué tengo que esperar hasta el sábado para ver a un médico? Los días sábados por lo general hacemos plan familiar y para este ya teníamos planeado ir al cine con los chicos, compras en el super, merienda en casa. Así que me aguanté y después me hice revisar. Pero no se crea que fue sencillo. No señor. Siga leyendo, hombre, que se va a enterar de las cosas que le pasan a una mujer cuando su marido se queda en casa cuidando a los chicos y ella se va sola a la cínica.


Esto ocurrió un sábado, como le venía diciendo. Era el día anterior al festejo por el Día de la Madre. Había sol, bastante. Yo estaba yendo en el auto a la clínica. Sola. De pronto me acordé que me faltaba comprar alguna pavadita de regalo para una amiga y un mate para mi tía Patri que se mudó hace poco. Me desvié y enfilé para el lado de la plaza de Martínez. Estaba llegando cuando empece a escuchar los primero gritos. Era una chica. Gritaba auxilio, auxilio, ayuda. Yo la pude ver por el espejo retrovisor. Le estaba pidiendo ayuda a un viejito que cortaba el pasto en el frente de su casa. Ni caso que le hizo el viejo y se metió enseguida para adentro. Estaría asustado, supongo. O tal vez justo había terminado con el césped. El asunto es que yo tampoco podía hacerme la sota. Así que me guardé el miedo y di la vuela manzana porque la loca que gritaba me había quedado atrás. Se me ocurrió que tal vez cuando diera la vuelta la cosa se habría calmado, pero no. La chica seguía a los gritos pelados pidiendo ayuda. Frené el auto cerca de la piba y le pregunté qué le pasaba.
    - Ayuda, me quieren secuestrar- me dijo la mina desesperada- Me quieren secuestrar para trata de personas. Esa chica me drogó. Me quieren raptar. Ayuda.
     Yo miré para todos lados, pero no vi a ninguna otra chica. Lo que había era una señora que se acercaba medio desconfiada. Había sido chica, tal vez, pero hace demasiados años de eso. De a poco se fueron sumando algunos curiosos. Yo intentaba tranquilizar a la piba, le expliqué que ya había mucha gente en la calle y que nadie le podía hacer nada.
    -Me van a raptar- repitió y se quitó los lentes de sol para secarse las lagrimas con la mano. 
      Le pedí a la señora desconfiada que alguna vez había sido joven que llamara a la policía. Yo seguí con mi intento de calmar a la chica que estaba ya muy sacada. Estaba como en un estado de paranoia, tenía miedo de todos. Cada vez se acercaban más personas la lugar.
Cuando arribaron los efectivos policiales, que parecían Timón y Pumba, no le hicieron mucho caso a esto que la piba decía. Es más, la trataron como a una drogona que estaba alucinando. Le dijeron que se calmara, que la iban a alcanzar a alguna parte.
      -Nooooooo- lanzó la chica a los gritos-. Con la policía no!
 El agente Timón largó a su vez un bufido, dio media vuelta y empezó a interrogar a los presentes. Pumba por su parte llamó una ambulancia. Había una chica de unos diecinueve años, con remera fucsia y un mechón horrible de pelo que le tapaba el ojo izquierdo que había sido señalada como la secuestradora. Dijo que vivía sola. No trabajaba. Nadie la conocía en el barrio. Dijo también que por qué no la dormían a la piba y la dejaban en su casa hasta que se calmara. Eso me pareció bastante sospechoso a mí, pero a los policías no. Entonces le pregunté yo misma a la de remera fucsia y me informó que había conocido en un chat a esta que gritaba por la calle. Que habían arreglado para encontrase ese sábado. No sé por qué pero ahí empecé a creer un poco más en la chica asustada. Ella me confirmó el asunto del chat y detalló que jugaba al fútbol, que hoy tenía partido, que había venido a conocerla para ir juntas, pero antes de salir la de remera fucsia le dio un brownie con marihuana (dato corroborado por la de remera fucsia) y luego de esto escuchó que la de remera fucsia hablaba por teléfono con alguien para que se la llevaran a ella. No pudo explicar bien cómo logró escapar y a mí me pareció raro que tuviera su mochila y los lentes de sol, por ejemplo. 
El asunto es que Timón y Pumba la dejaron ir a la de remera fucsia sin tomarle ningún dato. La mina despacito despareció de la escena. En algún momento apareció una vecina bastante piola que parecía psicóloga o algo así (después me confirmó que en verdad era estudiante de psicología) y logró calmarla a la chica. Le ofreció agua y un teléfono para que llame a algún familiar. La piba prefirió llamar a un amigo, pero el flaco estaba en Zárate y no iba a poder venir. La chica se sentía bien con todos nosotros y pretendía que nos quedáramos con ella hasta que la viniera a buscar algún conocido. Lo que llegó fue la ambulancia, pero la chica tampoco se quiso subir. Los dos policías medio fastidiados se subieron al patrullero. La médica de la ambulancia no anduvo con vueltas, si la chica no subía la dejaban allí porque tenían muchas emergencias ese día. Entonces a la flaca se le ocurrió otra amiga a quien llamar y junto con la vecina psicóloga llamaron. La amiga de esta vivía en Villa Urquiza y la vecina psicóloga, de nombre Silvina, le explicó cómo podía llegar hasta el hospital donde la iban a llevar, que queda en San Isidro. Le pasaron el teléfono a la chica y su amiga se ve que le dijo tantas veces que vaya con Silvina, que vaya con Silvina, que a la piba le pegó de vuelta la paranoia y empezó que no, que no, que con Silvina no, con Silvina no.
    -Quiero que me acompañe ella- sentenció y me estaba señalando a mí.Ya fue, me dije, vamos al hospital. 
Así que no tuve más remedio que abandonar el auto y posponer las compras y acompañar a Cyntia en la ambulancia. Se llama Cyntia la chica. Si hubiera conocido antes su nombre me hubiese ahorrado de repetir tantas veces la chica, la loca, la mina, la piba, etc. Pero supongo que en estos días una no sabe el nombre de una desconocida hasta que ella está acostada en la camilla de una ambulancia y vos vas sentada sosteniendo su mano. 
Cyntia quiso confesarse. Me dijo que era una mala persona, que sus padres diez años atrás la habían rajado de la casa porque a ella le gustaban las mujeres. Pidió perdón por ser tan mal hija. Luego se puso muy seria y me imploró que si le íbamos a quitar los órganos que mejor la matáramos en ese momento. Para tranquilizarla le enseñé fotos de mis hijos que tengo en el celular. Ahí caí en la cuenta del tiempo que había pasado y que mi marido se iba a preocupar sin noticias mías, pero cuando llamé no pareció darme mucha bola. Eso que le dije que estaba acompañando a una desconocida al hospital y todo, pero a él esto le resultó de lo más normal.
-Después hablamos , Gorda, estoy viendo el final de una Peli con Facu. Beso- y medio que me cortó. No me dio tiempo de avisarle que me fuera a buscar al hospital, que no tenía cómo volver al auto.
Mientras duró el viaje le fui diciendo a Cyntia que no tiene nada de malo ser homosexual, que eso no te hace mejor ni peor persona, que igualmente hay que tener más cuidado en quien se confía, sea gay o no, que los chats a veces pueden resultar muy peligrosos, que las citas con desconocidos, que esto que lo otro. Pero Cyntia no parecía entender mucho mis palabras. Así que me dediqué el resto del trayecto a sostener su mano y acariciarle cada tanto su cabello y decirle que todo iba a estar bien, aunque no me entendiera, aunque yo no estuviera segura de que así fuera realmente. 
En la guardia del hospital la revisó un psiquiatra y la llevaron a un box. Yo me quedé con ella hasta que llegó su amiga la de Villa Urquiza. Me despedí con un abrazo. Las dos me agradecieron mucho. Cyntia lo hacía sinceramente. Ya estaba mejor.

Para mi sorpresa, a la salida del hospital estaban los agentes Timón y Pumba, quienes gentilmente se ofrecieron a llevarme de regreso a mi auto. Así que en un mismo día viajé en una ambulancia y en un patrullero, qué tal? Ellos no tardaron en hacer comentarios sobre el desperdicio de chica que era Cyntia, de las mujeres tortilleras en general, y de lo mal que le hace después a las pibas que de chiquitas les hagan jugar al fútbol. Se ve que eran bien cultos. Yo para cortar un poco tiré un par de chistes. Suelo hacer eso en las circunstancias que me ponen un poco incomoda. Y así transcurrió todo hasta que llegamos a mi auto. Les agradecí la gauchada y ellos dijeron faltaba más y esas cosas. Ninguno de los tres fuimos realmente sinceros al despedirnos. 

Para ese entonces ya eran las ocho de la noche. Tuve la suerte de que el local del mate estuviese abierto todavía, así que compré el que quería regalarle a mi tía Patri. No conseguí nada bueno para mi otra amiga. A continuación me fui a la clínica Las Lomas por mis anginas. Luego de una hora de espera allí, la especialista me dijo que no tenía nada, que tomara sólo cosas  frías, que nada de medicación, que hasta luego.

Ya en casa le conté todo esto a Dante, con algún detalle más que ahora se me escapa. Me aconsejó que la próxima vez siga de largo. No seguiré. Ni de largo ni su consejo, quiero decir. El lo sabe y no vamos a discutirlo. Pero algo tenía que decirme. Me quedé recostada en el sofá contra su hombro, él me abrazó y yo pensé en ese momento qué solas que están algunas personas, qué horrible debe ser que tus padres no te quieran ver, qué suerte tengo de haber construido esta familia hermosa. Ese día me había sentido bien ayudando a Cyntia. Tal vez lo mio era eso, ayudar a la gente. Intentar cambiar un poquito el mundo, no sé, ser rescatista, médico de frontera, maestra rural, algo así. Pero no voy a ponerme en delirante ahora. Ya son  casi las diez de la noche y tengo que hacerle la cena a los chicos. Si no después en el barrio me critican y usted don es el primero en señalarme.

 

  

4 comentarios:

  1. Muy bueno, Villa. La historia te atrapa y lográs muy bien la voz de la ama de casa protagonista-heroína-detective-multitasker.
    Conozco muy bien la zona que nombrás; más de una vez, al cruzar la placita de Martínez, me tocó presenciar intentos de secuestro organizados por los catequistas de la parroquia y los empleados de la pizzería Las Tercetas. Ahora pienso —aunque no estoy seguro— que el linyera de la plaza también estaba involucrado.

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  2. Muchas gracias, Tago. La voz corresponde a una amiga real. Toda la historia es real, sin exagerar nada.
    Saludos!

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  3. TUVE UN DEJA VU !!!! PARECE COMO SI LO VIVIERA CUANDO LO LEES
    LAS AMAS DE CASA HEROINAS DETECTIVES MULTITASKER SON LO MAS!!!! ADMIRO A ESA MUJER!
    BESOSSS!!!
    GUY DE MAUPASSANT
    JAJAJJA

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  4. Me están conquistando sus cuentos. Va por buen camino. El Mar.

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