Ya es hora de aceptar que nunca voy a ser el nueve de la
Selección y que vos tampoco vas a ser Bon Jovi y que Nico jamás será el Steven
Seagal argentino, sobre todo Nico que ya hace diez años que está muerto. Y qué
hicimos nosotros durante estos diez años más que perseguir minas imposibles que
en la puta vida nos daban pelota y que cuando sí lo hicieron hubiera sido preferible
que no. Bueno, en realidad hablo por mí, porque a vos no te iba tan mal con tus
pantalones de cuero, el pañuelo en la cabeza y el tatuaje de Superman en el
hombro.
Siempre tuviste levante con el tema ese de la banda aunque sonaban
horrible y vos, bueno, vos no naciste con una voz privilegiada que digamos,
pero las minas caían regaladas, hay que reconocerlo. Supongo que seguís
teniendo la misma facilidad, ya que venís así disfrazado. Con Nico sabíamos que
nosotros teníamos que trabajarlas un poco más a las minas. Qué loco Nico,
siempre vestido de negro y borceguíes aunque hiciera cuarenta y cinco grados.
La colita ajustando el pelo largo que lucía orgullosamente engominado. La
mirada dura, a veces desafiante, aunque no llegaba al metro setenta, pobre. Pero
se la re bancaba. No ligaba mucho con las mujeres. No ligábamos mucho. Salvo cuando pintábamos
por los bolichitos de Carupá o de Virreyes que eran mi debilidad, donde pasaban
unas cumbias de terror y las monchas te la chupaban en el baño si les dabas
algo de tomar, a nosotros o a cualquiera que le pagara una cerveza, y donde
siempre se armaba algún revuelo, pero Nico siempre me cuidaba la espalda.
Algunas veces yo podía estar hasta las seis o siete de la mañana bailando
borracho y perdido un enganchado de cumbia boliviana o santafesina o lo que
poronga fuera, pero una cumbia de verdad, no la mariconada esa que pusieron de
moda los nenes bien de colegio privado, lanchitas en el Delta y meriendas
instagrameadas (cuándo fue que los chetos nos robaron la cumbia?); bailando, te
decía, perdido y con la camisa ya abierta hasta casi el último botón, siguiendo
la melodía con las manos, el rosario colgando del cuello acompañando el ritmo,
la sonrisa estúpida y la mirada ausente soñando una gloria inalcanzable en
alguna cancha europea. Y sabía que Nico estaba por ahí, en una de las mesas de
atrás vigilando todo. Y que si había quilombo él saltaba enseguida por mí. Y
siempre había quilombo.
Nico en realidad se llamaba Ramón. Pero él siempre rehusó el nombre
que eligieron sus viejos. Cuando vos lo conociste ya se llamaba Nico. En la
casa todos le decían así, igual. Es que los viejos eran muy especiales. Buena
gente, además. Sufrida. A mí me trataban como a un hijo más. Por eso sé que
estuve para la mierda cuando me encamé con la vieja. Está mal garcharse a la
madre de tu amigo, pero vos estuviste peor culiándote al padre, loco. Te fuiste
al carajo ahí. Por eso te vengo a proponer esto, porque nos une algo más que la
amistad con Nico. No te podes negar ahora. Escucháme bien.
NOTA
HISTORICA #1:
La madrugada del 10 de marzo los agentes Roberto Conde y Raúl
Prieto de la Comisaria 34 de Pompeya responden a un llamado anónimo al 911 que
informa de un posible tiroteo seguido de explosión en la esquina de las calles Pepirí
y Ancaste de ese barrio porteño. Al llegar, los agentes constatan el incendio
de un automóvil y dan parte a los bomberos de la zona, quienes sofocan el
siniestro rápidamente. Luego de lo cual, los agentes verifican la presencia de
dos cuerpos carbonizados en el interior. Uno en el asiento del conductor y el
otro en la parte trasera del vehículo. La puerta derecha de atrás es la única
que estaba abierta. Un análisis posterior determina la presencia inadvertida en
primera instancia de un reguero de sangre que corre desde esa puerta por la
vereda de la calle Ancaste en dirección a Diogenes Taborda. Los agentes
elaboran el correspondiente informe y el caso queda en manos de otro personal.
NOTA
HISTORICA #2:
La mañana del 10 de marzo los agentes Raúl Ramírez y Miguel
Ormaechea de la Comisaria 34 de Pompeya responden a un llamado anónimo al 911
que informa de un cuerpo encontrado en la calle Atuel y las vías, a dos cuadras
del incendio del automóvil anteriormente mencionado, pero en sentido contrario
a las manchas de sangre observadas por los agentes de la Policía Científica. Se
traslada el cuerpo a la morgue judicial de la calle Junín. Se abre la
correspondiente investigación.
Nota del
editor #1:
La conversación inicial la registré en el Bar La Luna de Villa
Crespo, en Apolinario Figueroa esquina Warnes. Un lugar que suelen frecuentar
mayormente los taxistas, reformado hace muy poco, pero que no tiene wi-fi.
Estaba esperando a alguien que nunca vino y como empezaba a aburrirme paré la
oreja a lo que decían en la mesa de al lado. El que hablaba era una bestia de
metro noventa y unos doscientos kilos, y no tenía ninguna pinta de haber jugado
al fútbol por lo menos en los últimos veinte años. Empecé a anotar todo lo que
decía, pero el texto de arriba puede estar influenciado por ciertas
pretensiones literarias más que periodísticas. Aunque algunas frases están citadas
textualmente. Es todo lo que pude escuchar. Al llegar a la propuesta, el grandote
bajó la voz y no pude entender nada más. Ni imaginarlo tampoco.
Nota de
Marta Elizari:
Nico era un hijo ejemplar. No voy a permitir que vengan ahora ni
nunca a manchar su buen nombre. Nosotros le dimos todo, lo educamos en los
mejores colegios y si no siguió ninguna carrera no fue por incapacidad sino por
cosas de la vida. El quería ser actor, pero acá el medio es muy cruel con los
chicos decentes. Trabajó en el taxi porque el padre no le dio otra opción y la
mala suerte de que le robaran tres autos lo frustró enormemente. Pero él siguió
intentando hasta el día de la desgracia.
Nota del
editor #2:
Ramón Ángel Ayala, alias Nico, está sepultado en el cementerio
de la Chacarita, en una parcela de las que normalmente se inundan. Allí
encontré a la que resultó ser su madre, una mujer de edad avanzada o que está muy
desmejorada, pero que se nota supo ser atractiva en otro tiempo. No me preguntó
si yo había conocido a Nico, pero fuimos hablando de él hasta la salida. Allí
la esperaba un taxi conducido por un hombre mayor, que supuse erróneamente sería
el padre de Nico, porque la madre se sentó en el asiento del acompañante.
Nota de
Juan Ramón Ayala:
Mi sobrino era un vago. Lo echaron de tres colegios. Nunca
terminó la secundaria, qué carrera iba a seguir? Cuando mi hermano lo metió en
el negocio familiar, le advertí que era para problemas. Y así fue, siempre
había alguna diferencia de guita, no cumplía sus horarios, le robaron tres
autos en un año. Ahí fue cuando le dije a Pedro que no lo podíamos tener más
con nosotros. Y hasta se fue contento, te diría. No sé en qué andaba. No digo
que no me sorprendiera su muerte, pero qué querés que te diga. Sufrió mucho
Pedro, cómo no va a sufrir. Un hijo, no es para menos. Pero creo que en el
fondo se lo esperaba. Igual, nunca se puede estar preparado para algo así, y
menos en la forma que encontraron el cuerpo.
Nota del editor #3:
Decidí disponer de todos mis recursos en la investigación periodística de este caso. Quiero decir, que estoy poniendo dinero de mi bolsillo, ya que en la redacción no quisieron soltarme un mango.
Necesito más información urgente!!
ResponderEliminarYo también!
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