La melena del león

Envidia. Según una curiosa definición del diccionario significaba "sentimiento irreprimible que experimenta toda persona que mira este pelo (y había una foto del hermoso cabello)". Era sin dudas un cabello hermoso. El más lindo, el más Grande, lejos.  Era un pelo especialmente cuidado a lo largo de todos los años de su vida. Todos aquellos que habían colaborado en el crecimiento de ese cabello eran sumamente reconocidos y respetados, sin discusión. Era, además, un pelo muy fuerte. Crecía y crecía. Algunas veces le cortaban un mechón y lo vendían por millones.
Pero los nuevos pelos aparecían con mayor fuerza y esplendor. Entonces dijeron: cortemos un poco más, y cortaron. Otra mecha, y le dieron tijera. El pelo seguía creciendo. Hasta que alguien se arriesgó a un corte extremo, muy jugado. No quedaba tan mal, pero ya no era el mismo. Y todos estuvieron de acuerdo que era mejor como estaba antes. No había que seguir cortando. Habría que esperar mientras creciera. Pero ningún mechón nuevo brotó, ni lindo ni feo. No crecía nada. Entonces trajeron expertos que aconsejaron tratamientos modernos. Trajeron incluso mechones de otros cabellos. Nada funcionó. Los últimos mechones los vendieron por centavos. Raparon por completo la cabeza.

Esto hicieron con nuestro club. Lo dejaron pelado. Un año para que creciera nuevamente. Escondiendo la cabeza algunas veces. Enseñándola con orgullo otras. Pero siempre sufriendo por el esplendor del pasado y la tristeza del presente. Y en la garganta 38 nudos. Pero esta vez sin tijera, sin espadas. El nudo gordiano lo vamos a desatar con paciencia, no es cierto Alejandro? Si, David? Verdad que sí, Fernando? Dale David, gritemos juntos, y desatemos los nudos de todas las gargantas millonarias.