Cuando cae la tarde,
una tarde como esta,
que es todas las tardes de mi infancia,
todas las tardes de verano, quiero decir,
porque las otras cuentan poco o casi nada,
me refiero a las tardes entre deberes y nebulizaciones y
ventolín,
esas no cuentan, mejor,
cuando cae la tarde así de roja
y los párpados se entrecierran hinchados
y los músculos de la cara se contraen
de tanto apretar los dientes
y el perfume del sol se impone
sobre el mate y los restos de la merienda
es mejor no pensar,
no abandonarse al recuerdo,
no claudicar a la emoción fácil y traicionera;
es mejor escribir
aunque sea esto, aunque no sea nada