miércoles, 20 de enero de 2016

LA SOLUCION

“Ni se te ocurra”, escuché bien clara la voz de mi mujer. No me sorprendió oírla. No me volví. Me quedé un rato más como estaba, incorporado en la cama, vencido, agotado, mirando fijo por la ventana abierta a la noche y a los pendejos del edificio de enfrente que no paraban con la música horrible a todo volumen y sus voces desafinadas por encima de ella. Ni se te ocurra, había dicho ella, pero a mí ya se me había ocurrido.